Probablemente todos hemos escuchado la historia del hijo pródigo, contada por Jesús y registrada en Lucas 15 y en otros lugares. El hijo menor de un hombre rico pide su herencia temprano, ANTES de que su padre muera, y lo gasta todo en un país lejano en vino, mujeres y canciones (lo habitual), terminando sin un centavo y muriendo de hambre. Decide tragarse su orgullo y volver a casa y rogar a su padre que lo acoja. Ya no como un hijo, sino como un peón de campo contratado. Porque al menos así tendría un poco de comida para comer...
¡Pero su padre no estaba dispuesto a aceptarlo! Vemos la respuesta del corazón del padre en Lucas 15:20-22, citado de The Message Bible:
Estando aún lejos, su padre lo vio. Con el corazón palpitante, salió corriendo, lo abrazó y lo besó. El hijo comenzó su discurso: 'Padre, he pecado contra Dios, he pecado ante ti; No merezco ser llamado tu hijo nunca más.'
Pero el padre no estaba escuchando...
¿Por qué no? Porque el Padre estaba llamando a todos los sirvientes para que le trajeran ropa limpia a su hijo y le hicieran un gran banquete. ¡Que empiece esta fiesta, porque su hijo había llegado a casa!
Con el corazón latiendo con fuerza, salió corriendo, lo abrazó y lo besó".
El Padre no quería escuchar las excusas de su hijo. Sus explicaciones. Sus disculpas. El padre solo quería abrazar a su hijo, abrumado por la alegría del regreso a casa.
Entonces, ¿tal vez ahí es donde estás con Dios en este momento? Estás en un país lejano y quieres volver a casa. Pero tal vez esté buscando ropa limpia primero, tratando de arreglar su actuación para que su llegada no genere tal hedor. Tal vez estés trabajando en tu discurso, tratando de elaborar el argumento que persuadirá al Padre para que te dé otra oportunidad.
¡Puedo explicarte!", dices, pero el Padre solo quiere abrazarte con un gran abrazo de oso. Ya habrá tiempo para hablar más tarde. ESTE es el momento del abrazo. Para la reconexión. Por la aceptación. Para la confirmación de la Relación.
¿Eres tú? Sólo ven a casa entonces. Recibe el abrazo del Padre.
Y deja que fluyan las lágrimas.
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